Visitas culturales del Lar 2014. Con Diana Barja

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El día 18 de diciembre nos desplazamos hasta el Museo de Bellas Artes de Sevilla con la intención de contemplar los cuadros de Julio Romero de Torres que conforman la exposición temporal ENTRE EL MITO Y LA TRADICIÓN. Pero antes vimos parte de la exposición permanente de dicho museo que, fundado como “Museo de Pinturas” en 1835, abrió sus puertas al público en 1841 con las obras procedentes de conventos y monasterios desamortizados, ocupando el antiguo Convento de la Merced Calzada.

La exposición presenta un recorrido por la obra del pintor, a la vez que pretende reflexionar sobre su trayectoria creativa abordando los temas más recurrentes de su producción. La obra de Romero de Torres se ha asociado, durante mucho tiempo, a corrientes pictóricas populares y folclóricas españolas. Sin embargo su creación posee verdadera entidad propia, pasando a considerarse una corriente estética andaluza del simbolismo. Desde un punto de vista temático, la exposición se organiza en cuatro secciones, dentro de las cuales también queda patente la evolución estilística del artista: luminismo y realismo social (Un patio andaluz), retratos y símbolos (La Fuensanta, el cuadro del billete de 100 pesetas), poemas y alegorías (La Buenaventura) y erotismo y sensualidad (La nieta de la Trini).

Julio residió a caballo entre Córdoba y Madrid. En la capital comenzó a relacionarse con importantes artistas y literatos de la época, lo que le permitió difundir su obra. Destaca la amistad que tuvo con Ramón María del Valle-Inclán que se convirtió en su mentor. El reconocimiento definitivo de Romero de Torres fue consecuencia de la divulgación de sus ideas estéticas y de los textos que el escritor de A Pobra do Caramiñal realizó sobre él.

Tras las vacaciones de Navidad, el día 5 de febrero reanudamos el ciclo de visitas. En esta ocasión fuimos al MONASTERIO DE LA CARTUJA DE SANTA MARÍA DE LAS CUEVAS., Mari Feli comenzó contándonos el origen del cenobio antes de guiarnos por el mismo. Los alfareros trianeros utilizaban arcilla de la isla de la Cartuja. Según la tradición, en una de las cuevas formadas por la continua extracción de arcilla fue hallada una imagen de la Virgen. Pronto se levantó una ermita en la zona y la devoción hacia la imagen fue creciendo. Para asistir a los devotos y peregrinos se asentó en sus inmediaciones una comunidad de franciscanos que debieron trasladarse cuando el arzobispo Gonzalo de Mena inició la fundación del monasterio cartujo en 1400. En 1838, poco después del proceso desamortizador, el Monasterio de la Caruja pasó a ser propiedad de Charles Pickman. El empresario de origen británico lo convirtió en una fábrica de loza y porcelana de prestigio internacional que estuvo funcionando allí hasta 1982. El conjunto monumental fue restaurado y destinado a usos culturales con motivo de la Exposición Universal de 1992.

Una vez conocida la historia, pasamos al interior del edificio. A través de la iglesia, accedimos a la Capilla de Santa Ana, en cuya cripta reposaron los restos mortales de Cristóbal Colón entre 1509 y 1536. Continuamos el recorrido por la sacristía, lugar en el que se encontraba la serie de cuadros de Francisco de Zurbarán. Luego nos dirigimos hasta el claustrillo, uno de los mejores ejemplos de arquitectura mudéjar de la ciudad, que da paso al refectorio (estancia en la que comían los monjes), la Capilla de la Magdalena (núcleo originario del Monasterio) y la sala capitular (ahora panteón de la familia Ribera). Estas dependencias se destinaron respectivamente a enfriamiento tras la primera cocción, esmaltado de las piezas y carpintería para embalajes en la etapa fabril. Después salimos al claustrón, patio grande al que daban las celdas de los monjes, donde se encuentran los hornos que se han convertido en el icono emblemático de La Cartuja. Como se nos hizo tarde, detuvimos la visita en las instancias del Prior con intención de retomarla más adelante.

El 26 de marzo, iniciamos la siguiente visita en el callejón del cual salía la procesión de la Cruz Blanca al amanecer del día de auto de fe. Los procesados o las efigies de los que habían huido o muerto antes de ser juzgados bajaban por él desde el CASTILLO DE SAN JORGE hasta el río, cruzaban el Guadalquivir por el puente de barcas y desfilaban hasta la Plaza de San Francisco. En ella se celebraba la ceremonia de proclamación de los castigos y del pomposo retorno al seno de la Iglesia Católica de los reconciliados. Las penas eran diversas: llevar el sambenito, multas, confiscación de los bienes, castigos físicos, destierro, condena a galeras, a cárcel… Los condenados que no abjuraran públicamente de sus delitos o hubiesen reincidido morirían en la hoguera, a menos que se arrepintiesen. Entonces serían estrangulados antes de ser quemados.

En 1478 los Reyes Católicos fundaron el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición para mantener la ortodoxia católica en sus reinos. Desde 1481 hasta 1785 el castillo de San Jorge fue sede inquisitorial en España e icono de esta institución en Europa. La institución perseguía a los falsos judíos conversos, los moriscos, los protestantes, los iluminados, las brujerías, las blasfemias, la bigamia, la sodomía y el bestialismo. El primer auto de fe de la Inquisición Española acaeció en Sevilla el 6 de febrero de 1481. En él se condenó a la hoguera a 6 judíos conversos. El último auto de fe general que se celebró en España también tuvo lugar en Sevilla el 24 de agosto de 1781. Una sentencia de 157 hojas castigó a María de los Dolores López a ser quemada.

La exposición del Centro Temático de la Tolerancia, ubicado en el castillo, consta de la barbacana, donde se cuenta la historia del recinto y comienza el recorrido arqueológico de la pasarela interpretativa, la proyección del audiovisual del proceso inquisitorial de Marcela (nos recordó el caso de María Soliño, vecina pudiente de Cangas del Morrazo acusada por brujería en el s.XVII para hacerse con sus posesiones y derechos), la galería de personajes y la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

La última visita, antes de que se cerrara la presente edición de la revista, fue el 30 de abril. Lo que más le llamó la atención de la réplica itinerante del TEMPLO DE ABU SIMBEL a los participantes fue un grabado de la segunda sala hipóstila en el que aparece representado Ramsés II acercándole un bastón a Min. Cuando los hombres regresaron a las Dos Tierras tras más de 12 meses de guerra en Qadesh se encontraron con que la mayoría de las mujeres estaban embarazadas o acababan de dar a luz. El único con edad de procrear que permaneció en el Bajo Egipto por faltarle el brazo izquierdo era Min. Éste alegó que lo hizo por órdenes de Ra para asegurar las siguientes generaciones. Ramsés II le escarmentó mandándole cortar una pierna.