Arquitecto por la ETSA de Madrid en dos especialidades, Urbanismo y Restauración de Monumentos. Catedrático numerario de las universidades Politécnica de Valencia y Santiago de Compostela. Actualmente es Profesor Emérito de la Universidad de A Coruña. Es autor de numerosas publicaciones y comunicaciones a congresos internacionales. Colegiado de honor del Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia.
¿En qué se inspiró para realizar el proyecto del Pabellón de Galicia en la Expo 92 de Sevilla? Quise unir de alguna manera, la tradición, simbolizada esencialmente por materiales como el granito y las formas rotundas, con la modernidad, mediante el uso del acero inoxidable en la zona de entrada y la estructura espacial a manera de pérgola sobre la terraza intermedia.
¿Qué significa para ud. que esta obra que ha sido transportada mil kilómetros, de Sevilla a Santiago, siga teniendo uso casi 30 años después de que la construyera? Todo arquitecto y, en general, cualquier creador, tiene el afán de que su obra perdure lo máximo posible. Ahora bien, el arquitecto, en caso de que se considere un artista, no es uno como los demás. Debe tener claro que su obra debe servir a las necesidades de las personas y que estas pueden y suelen cambiar con el tiempo. En consecuencia, sus proyectos deben ser lo suficientemente adaptables a diferentes usos sin perder su imagen original en lo posible.
¿Alguna curiosidad o anécdota del Pabellón Galicia, cuando se construía o diseñaba?
Recuerdo un par de ellas. La primera, la fiesta que organizó la empresa constructora para celebrar el final de la estructura, en la que vino una cocinera especialista en las típicas frituras sevillanas con un enorme caldero, y la habilidad con la que preparó un extraordinario “pescaíto frito” que luego regamos con un vino manzanilla helado de Sanlúcar… Evidentemente, después de eso ya no trabajó nadie aquel día. La segunda es que días antes de inaugurarse la Expo, el 8 de abril, el periódico La Voz de Galicia publicó a toda plana un artículo con una foto del pabellón sin acabar insistiendo en que no se terminaría a tiempo, que estaba “en pañales”, lo que, aunque sabía que teníamos todo controlado, nos sobresaltó mucho. Evidentemente se acabó a tiempo y el día 16, una semana antes de la inauguración, publicó que “El comisario general de la Expo de Sevilla, Emilio Cassinello, recibió ayer oficialmente el pabellón de Galicia, del que elogió la construcción y el acabado. El comisario mostró su confianza en que los contenidos que albergaba el edificio «igualarán la belleza de su exterior»”, lo que en cierto modo era una retractación.
El Edificio Hercón en A Coruña, El Centro Cívico y Cultural en Arteixo, El Pabellón de Galicia y otras más… ¿con qué obra se queda? Además de las citadas, hay una serie de obras por las que siento un especial afecto. Obviamente la Torre Costa Rica (el nombre de Hercón procedía del letrero que puso la constructora durante la obra), ocupa un lugar destacado en mi memoria debido a que tenía tan solo 26 años cuando empecé a proyectarla y fue el tercer edificio más alto de España y el más alto de Galicia (y sigue siéndolo), además de tener una estructura innovadora para la época. Entre las construcciones institucionales, me siento especialmente orgulloso del Conservatorio Profesional de Música de Santiago de Compostela (2004), que fue escogido por mis compañeros del Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia para conmemorar el Día Mundial de la Arquitectura en Santiago de Compostela en 2005, que lo describieron así:
“Es un edificio que trata de resolver, con un lenguaje arquitectónico contemporáneo, una necesidad de ciudad, la de un espacio para el aprendizaje y representación de la música. En este sentido, el proyecto resuelve muy correctamente las necesidades que plantea este tipo de uso, distribuyendo y organizando los espacios de una forma clara, y que para los usuarios resulta muy cómoda y eficaz: el edificio responde perfectamente a la función para la que fue ideado. Su implantación en la parcela configura el espacio de la misma y le da carácter público, ordenándolo y dotándolo de calidad: es un edificio que crea ciudad a su alrededor, dialogando con su entorno de una forma dinámica y moderna”.
Una familia de arquitectos y vinculados con Sevilla… Pues sí, en mi familia hemos sido cinco hermanos dedicados a la arquitectura, tres arquitectos, Manel, Arturo y yo, y dos arquitectos técnicos, Carlos y Javier. Desgraciadamente ya han fallecido repentinamente Manel, hace un año, y Carlos, que además era ingeniero de la Edificación, hace cuatro. Vinculados con Sevilla hemos estado sobre todo yo, además de por el Pabellón, por mis actividades universitarias, y mi hermano Manel, que estaba aún más íntimamente ligado, además de universitariamente, por su matrimonio con una maravillosa sevillana, Esther Regueiro; se estaban haciendo una casa en pleno barrio de Santa Cruz cuando Manel falleció repentinamente.
Leí una vez y qué opina de esta frase… “los edificios tienen parte del alma del arquitecto” ¿qué hay de cierto en ello? Por lo menos se quedan con un poco de su alma, y cuando lo modifican sin tu permiso es como si destruyeran parte del espíritu que pusiste en ellas.
¿Qué momento vive la arquitectura gallega? Creo que está viviendo un gran momento, sobre todo por sus premios nacionales, como los de César Portela y Manolo Gallego, entre otros grandes arquitectos, pero quiero destacar sobre todo la calidad de los jóvenes, fruto esencialmente de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de A Coruña.
De Sevilla, ¿qué obra arquitectónica destacaría? Destacaría en primer lugar su extraordinaria arquitectura monumental, con ejemplos de la categoría del Alcázar, la Catedral o la Giralda. También la maravilla de su arquitectura popular, como el Barrio de Santa Cruz, remanente de la antigua judería. De principios del siglo XX debo citar la Plaza de España, obra maestra del regionalismo andaluz de Aníbal González. Ya contemporáneamente destacaría a la Estación de Santa Justa, de los arquitectos Antonio Cruz y Antonio Ortiz. Hay otros muchos arquitectos contemporáneos que también podría haber citado, pero sería extenderme demasiado. Si tuviese que elegir una única obra sería la Giralda, un armonioso ejemplo de fusión y respeto entre la arquitectura almohade de la antigua mezquita, comenzada por Ahmad Ben Baso, y la renacentista de Hernán Ruiz de su tercio superior. Y porque además tiene una altura prácticamente igual a la de la Torre Costa Rica por mí proyectada en Galicia (es broma).
Unas palabras para los lectores de la Revista Anduriña… Me alegro mucho de que exista una revista gallega tan importante en la capital de Andalucía, denota la energía y la cordialidad de los gallegos. Siempre me ha gustado pensar que aunque no olvidamos nuestro origen -la morriña es endémica en Galicia-, sabemos adaptarnos y querer los lugares que visitamos y en los que acabamos viviendo perfectamente integrados con su gente. Y vuestra revista lo demuestra brillantemente. Por cierto, me ha emocionado la noticia de que en estos tristes días de la pandemia un sevillano de origen gallego, Fran Verde, ha animado a sus vecinos con su gaita y piezas como los himnos de Andalucía y de Galicia, entre otras. Muchas gracias por vuestra entrevista. Me hace recordar los buenos momentos que pasé en Sevilla, en la que viví intensamente durante la construcción del Pabellón de Galicia y aunque la he visitado otras muchas veces, tanto antes como después, nunca me cansaré de volver.