“Me van a permitir que esta entrevista la presente de manera personal.
Hace 14 años que asumí la dirección de nuestra querida Anduriña. Siempre conté con el apoyo y consejo de todo el equipo directivo y, por supuesto, de muchos socios que aman esta publicación. Pero hubo alguien que, desde Galicia, puntual y constante, nos mostró su fidelidad y nos regaló su experiencia, sabiduría y conocimiento.
Tras la publicación de mi primer número, el entonces presidente del Lar, mi referente y mentor, Alfredo Otero, me entregaba una carta que llegaba del Archivo Histórico Diocesano del Arzobispado de Santiago de Compostela y firmaba un tal Monseñor Salvador… Nos escribía el propio director del Archivo y en sus palabras agradecía el envío y me resumía puntos fuertes de la revista. Con humildad y cierto paternalismo nos empujaba a ser mejores.
Durante 14 años y casi 30 números, hemos recibido las palabras de Monseñor Salvador que se nos antojaban como un chute de fuerza, una inyección de ilusión por el reconocimiento al trabajo en equipo, minucioso y cuidado que lleva la elaboración de cada ejemplar.
Periodista de la vieja escuela, soy una enamorada de la palabra escrita, de esas que se emocionan con el olor del papel y que aún buscan con emoción la carta de un viejo amigo en el buzón. Nunca nadie me había dirigido dos cartas al año durante casi 15 años… cartas que, a día de hoy, conservamos cada una de ellas como un tesoro. Cariñoso, atento, cercano, sabio, … infalible, el mensaje de D. Salvador se esperaba en el Lar Gallego de Sevilla como agua de mayo.
Como ya he dicho en mi carta de directora, este número es muy especial para nosotros, el ejemplar número 100 es un hito para todos los que formamos parte de Anduriña. Poco antes de esta publicación y justo horas después de hacerse su foto para enviárnosla… D. Salvador fallecía. Consternados recibíamos la triste noticia…
Ahora que Anduriña vuela alto, 100 anduriñas miran al cielo esperando que desde allí nos llegue su mensaje. Con la seguridad de quien lleva consigo tanta experiencia y sabiduría y el cariño y la humildad de las buenas personas, D. Salvador, estoy segura, que nos empujaría a seguir hacia adelante porque para él el camino se demuestra andando; nos animaría a arriesgar porque es la única forma de ganar y nos invitaría a soñar juntos porque es en comunidad que nuestro sueño se hace grande al compartirlo.
Les dejamos con las últimas de D. Salvador para nuestra querida Anduriña.
Marian Campra”

“En cada página de Anduriña se refleja el esfuerzo por preservar nuestra historia, nuestra cultura y nuestras raíces, tejiendo un puente entre Galicia y esa fantástica tierra de acogida que es Andalucía”
“Que nunca falte el orgullo por lo que somos, ni la ilusión por seguir construyendo comunidad, recordando siempre que la identidad no es solo memoria, sino también presente y futuro.”
El 1 de abril de 1975 se crea el Archivo Histórico Diocesano de la mano del Arzobispo D. Ángel Suquia Goicoechea. ¿Cómo vivió usted, primer director del Archivo, estos principios? La creación del Archivo Histórico Diocesano fue un hito fundamental no solo para la Diócesis, sino también para la preservación de la memoria histórica de Galicia. Como primer director del archivo, viví aquellos primeros momentos con un sentimiento de responsabilidad y entusiasmo. Sabía que no solo se trataba de conservar documentos, sino de custodiar la historia de una comunidad que había vivido momentos complejos, pero también cargados de riqueza cultural y espiritual.
Los primeros días estuvieron llenos de dificultades y estrecheces, pero siempre con la mirada puesta en un objetivo claro: convertir el Archivo en un centro de investigación y conservación a la altura del invaluable patrimonio que atesoraba. No soy quien debe juzgar el trabajo realizado en aquellos primeros años, pero estoy convencido de que hemos dejado nuestra huella. Sin embargo, en lugar de atribuirme méritos, siento la necesidad de agradecer a todas aquellas personas que, con generosidad y dedicación, pusieron lo mejor de sí mismas para que esta realidad, que hoy tenemos, esté a la altura de lo que nuestra historia requiere. No sé si suficiente, pero sí sin duda, a la altura necesaria.
Medio siglo dando fe de la vida de la Iglesia y siendo custodios del sentido de Tradición. 50 años atesorando documentos que revelan quiénes somos cómo sociedad. Háblenos de la misión del Archivo. El Archivo Histórico Diocesano de Santiago de Compostela cumple una doble función esencial: por un lado, es custodio de la memoria de la Iglesia, garantizando la conservación de los registros sacramentales, administrativos y pastorales que reflejan siglos de historia eclesiástica; por otro, es un pilar fundamental para la reconstrucción de la historia social y cultural de Galicia. Desde su creación, el archivo es custodio de documentos que permiten entender nuestra evolución como sociedad, registrando la vida de parroquias enteras a lo largo del tiempo.
En este sentido, la Ley de Memoria Democrática ha puesto aún más en valor la importancia de los archivos eclesiásticos. Los registros sacramentales se han convertido en una herramienta clave para la localización de antecedentes permitiendo a familias reconstruir su historia, recuperar identidades perdidas, y lo que es más importante conseguir una oportunidad, algo que estoy seguro que los lectores de su revista comprenden perfectamente.
Este proceso ha supuesto un enorme desafío para nuestro equipo, que ha visto multiplicarse las consultas y solicitudes, a la vez que se enfrenta a la necesidad de preservar y digitalizar un patrimonio documental inmenso. Solo en los dos primeros meses del año hemos atendido más de 2000 solicitudes.
En el ámbito de la digitalización, el Archivo desarrolla un trabajo continuo para garantizar el acceso y la conservación de sus fondos. Un ejemplo destacado es el proyecto subvencionado por la Diputación de A Coruña, mediante el cual estamos digitalizando y poniendo a disposición del público, a través de un mapa interactivo en internet, los 35.000 negativos que conforman la colección fotográfica del profesor Ares Espada. Esta colección es de un valor etnográfico, social y cultural incalculable, ya que documenta la vida cotidiana, las tradiciones y los cambios en la sociedad gallega en las décadas de los 60 y 70.
El reto es enorme, pero la misión del Archivo sigue siendo la misma: preservar, estudiar y difundir un patrimonio documental que no solo pertenece a la Iglesia, sino a toda la sociedad, para que las generaciones futuras puedan comprender quiénes somos y por qué somos.
Cultura, tradición y Fe. Estos tres conceptos, … ¿mejor unidos? Sin duda, cultura, tradición y fe son tres pilares que, lejos de ser conceptos aislados, se refuerzan mutuamente. La fe ha sido, a lo largo de los siglos, un motor fundamental en la configuración de la cultura y las tradiciones, especialmente en una tierra como Galicia, donde la religiosidad popular ha dejado una huella profunda en el arte, la literatura, la música y las costumbres. Esta interacción se refleja de manera ejemplar en la figura del Apóstol Santiago, cuyo culto ha sido el eje de una de las tradiciones religiosas más trascendentales no solo en Galicia, sino en toda España.
Precisamente el Archivo Histórico Diocesano de Santiago de Compostela es la salvaguarda y el testigo de esa interconexión. En sus fondos se conserva documentación que muestra cómo la vida religiosa ha estructurado el calendario festivo, cómo la devoción ha dado lugar a manifestaciones artísticas y cómo la Iglesia ha estado presente en momentos clave de nuestra historia.
Hoy, en un mundo marcado por la polarización, los conflictos y una creciente crisis de valores, preservar este legado es más importante que nunca. En España y en Galicia en este caso la cultura y la tradición no pueden entenderse sin la fe que las inspiró, y la fe, a su vez, se nutre del conocimiento de su propia historia. En tiempos donde la violencia y la fragmentación amenazan con diluir nuestras raíces, estos tres pilares nos ofrecen un sentido de identidad y continuidad, fortaleciéndonos y brindándonos refugio ante la incertidumbre. Por eso, más que unidos, diría que son inseparables.
Cuéntenos en qué consiste el amplio abanico de documentos que podemos encontrar en el Archivo. El Archivo Histórico Diocesano de Santiago de Compostela alberga un vasto y variado abanico de documentos que abarcan desde los primeros tiempos de la Iglesia en Galicia hasta la actualidad. Entre ellos se encuentran una gran cantidad de fondos que dan cuenta de la historia religiosa, cultural y social de la Diócesis, además de ser testigos del desarrollo de la sociedad gallega y española.
La riqueza documental de nuestros fondos abarca desde los fondos del Arzobispado, el llamado Archivo de palacio con la documentación emanada del gobierno de la Diócesis, hasta los archivos parroquiales, que son fundamentales para estudios genealógicos y demográficos, pasando por documentación de monasterios, cofradías, fundaciones benéficas y asociaciones religiosas. También custodiamos colecciones especiales, como planos, mapas o fotográficas.
En estos tiempos de internet e inteligencia artificial, ¿cómo se ve afectado el Archivo Histórico Diocesano? La era de internet y la inteligencia artificial han supuesto un cambio profundo en la manera en que los archivos trabajan y en cómo los usuarios acceden a la información. El Archivo Histórico Diocesano de Santiago de Compostela no es ajeno a esta transformación y ha tenido que adaptarse a nuevos retos y oportunidades en la medida de sus posibilidades.
Por un lado, la digitalización de los documentos es una tarea imprescindible para garantizar su preservación y facilitar su consulta. Una vez más, es necesario mencionar el apoyo de la Diputación de A Coruña y sus programas de subvenciones, que han sido fundamentales para que podamos avanzar en la digitalización de nuestros fondos. Gracias a estos programas, estamos permitiendo el acceso a colecciones de gran valor histórico y etnográfico, como la colección fotográfica del profesor Ares Espada, de la que hablábamos antes.
Por otro lado, internet ha cambiado radicalmente las dinámicas de consulta. Antes, los investigadores debían desplazarse físicamente al archivo o enviar cartas, muchas veces sin un conocimiento previo de nuestros fondos o nuestros servicios. Ahora, muchas búsquedas comienzan de forma remota, lo que ha incrementado nuestra productividad, pero también ha supuesto un aumento considerable de nuestra carga de trabajo, ya que recibimos un número cada vez mayor de solicitudes a través del correo electrónico y otras plataformas.
En cuanto a la inteligencia artificial, aunque aún es pronto para ver un impacto directo en nuestro trabajo diario, es innegable que está abriendo nuevas posibilidades en la gestión documental, el reconocimiento de textos manuscritos y la automatización de procesos. Sin embargo, los archivos eclesiásticos manejan documentación con un profundo valor humano, que no solo posee relevancia jurídica, sino también una dimensión personal y religiosa. Esto hace imprescindible el criterio profesional y la interpretación experta, algo que ninguna tecnología puede sustituir.
En definitiva, vivimos tiempos de grandes cambios, pero nuestra misión sigue siendo la misma: preservar, estudiar y difundir un patrimonio documental que forma parte de nuestra historia y nuestra identidad. La tecnología es una herramienta que nos ayuda en este proceso, pero nunca podrá reemplazar —o al menos así quiero creerlo— la labor humana de quienes custodiamos la memoria de generaciones pasadas.
El Lar Gallego de Sevilla se funda en el año 1956 y en el 59 su revista institucional, Anduriña. 66 años guardando entre sus páginas la vida de esta Casa Regional que vive Galicia en Sevilla. Todos estos años usted, en cada publicación que le hacemos llegar, nos envía su carta de agradecimiento. Puntual y cercano nos transmite su cariño a nuestra Anduriña, ¿cómo valora este tipo de publicaciones? Me resulta imposible no agradecer el envío de cada número de Anduriña. Puedo imaginar el esfuerzo, la dedicación y la constancia que supone sacar cada número y sería injusto no reconocer el cariño y el compromiso que hay detrás de cada página. Además me gusta pensar, y creo que la realidad lo respalda, que nuestro Archivo es un centro documental pero también es un almacén de emociones que nacen en la misma génesis de la documentación que custodiamos. Somos el testimonio de una sociedad. Del mismo modo Anduriña, recoge y refleja la historia, las vivencias y los logros de una comunidad, experiencias que son una valiosa contribución a la preservación del patrimonio cultural y social. En este caso, Anduriña no solo ha sido testigo de la vida del Lar Gallego de Sevilla, sino también de la evolución de Galicia y su gente en el contexto sevillano. A lo largo de los años, ha logrado consolidarse como una voz que mantiene viva la conexión entre Galicia y la diáspora gallega, ofreciendo a todos sus lectores un espacio para recordar, reflexionar y compartir su identidad, todo ello de una manera simbiótica, sin renunciar a la realidad y cultura andaluza. Ambas realidades empapan las vivencias de la comunidad enriqueciendo, sumando y por supuesto creando. Por eso, como archivero, el valor de este tipo de publicaciones es incalculable. Son documentos vivos que, con el paso del tiempo, se convierten en testimonios de una época, de unos valores y de unas tradiciones que se mantienen y se transmiten de generación en generación. No solo es un archivo de hechos, sino también un reflejo de los sentimientos, las preocupaciones y los logros de la comunidad gallega en Sevilla.
Por eso, cada vez que recibo una nueva edición de Anduriña, no solo siento una profunda admiración por la labor que realizan, sino que también valoro el compromiso de mantener esa memoria colectiva, la cual nos ayuda a todos a comprender mejor quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Es un honor poder seguir de cerca su trayectoria y ver cómo, a lo largo de los años, siguen siendo un punto de referencia para la comunidad gallega.
¿Qué es lo que más le gusta de nuestra Anduriña? ¿En qué debemos mejorar? Lo que más me gusta de Anduriña es su capacidad para reflejar de manera fiel y cercana la vida y el sentir de la comunidad gallega en Sevilla. Cada número es un testimonio de la vitalidad de este Lar Gallego, un espacio donde se preservan las tradiciones, se celebran los logros, se comparten y se ensalzan los lazos que unen a la comunidad. Por otro lado, la diversidad de temas tratados, que van desde la historia y la cultura hasta los eventos y actividades del día a día, le da una riqueza especial que mantiene el interés. Otro aspecto que valoro mucho es la cercanía con la que se transmite la información. Las cartas y artículos, con un tono cercano y directo, logran crear un vínculo, haciendo que te sientas parte de esa historia compartida.
Por eso, a su segunda pregunta, le digo que siempre es posible mejorar y estoy seguro de que se logrará, pero creo que ello llegará fruto de la misma comunidad que la nutre y no de un plan establecido.
¿Qué consejo nos daría para lograr que nuestra biblioteca sea capaz de atesorar nuestra vida, nuestra historia? Atesoro una de esas frases lapidarias de mis tiempos de estudiante romano que suelo utilizar en estos casos: No me des consejos, sé equivocarme solo.
Dicho esto, mi propuesta para que la biblioteca, y especialmente el archivo, alcancen esa meta es que centren sus esfuerzos en tres pilares fundamentales: preservación, accesibilidad y participación comunitaria.
La preservación de los documentos y materiales que conforman el patrimonio de la comunidad debe ser el primer reto y objetivo final. Decía Elio Lodolini que una institución sedimenta documentación; pues bien, ese sedimento es la sublimación de su esencia y de su labor. Esos documentos, que nos dicen quién, por qué y para qué, deben ser protegidos con el máximo rigor, porque en ellos descansa la memoria de la institución y de la comunidad.
La accesibilidad es clave. No se trata solo de almacenar, sino de facilitar que las personas accedan a los recursos de manera sencilla y eficiente. Es fundamental establecer mecanismos que hagan visible y accesible este patrimonio. Visitas guiadas, talleres o actividades que eduquen a la comunidad sobre el valor y el uso de la biblioteca y la documentación deberían formar parte del día a día.
En esta línea, la participación comunitaria es esencial. Para que una biblioteca o un archivo logren atesorar la vida y la historia de una comunidad, deben involucrar a la propia comunidad en su gestión. Aquí, el papel aglutinante de Anduriña es clave: la recolección de testimonios, la organización de eventos culturales o la promoción de actividades que refuercen el sentido de pertenencia y el orgullo por el legado compartido son fundamentales.
La biblioteca o el archivo deben percibirse como espacios vivos y dinámicos que reflejen y sedimenten la identidad y los valores de la comunidad.
Unas palabras para nuestros lectores… A todos los lectores de Anduriña, quiero enviar un afectuoso saludo y mi reconocimiento por formar parte de esta gran familia que mantiene vivo el espíritu gallego en Sevilla. En cada página de esta publicación se refleja el esfuerzo por preservar nuestra historia, nuestra cultura y nuestras raíces, tejiendo un puente entre Galicia y esa fantástica tierra de acogida que es Andalucía.
Que nunca falte el orgullo por lo que somos, ni la ilusión por seguir construyendo comunidad, recordando siempre que la identidad no es solo memoria, sino también presente y futuro.
Moitas grazas por seguir alimentando este lazo que nos une. ¡Seguide lendo, participando e mantendo acesa esta chama!
Unas palabras para Anduriña en su 100 Aniversario… Anduriña ha sido, es y será un puente que une generaciones, una ventana que nos permite mirar al pasado y proyectarnos al futuro con la misma fuerza y pasión que inspiraron el primer número. Es un honor poder acompañaros en este camino y celebrar juntos este hito tan significativo. Que los próximos cien años sigan siendo tan vibrantes y enriquecedores como los anteriores. ¡Felicidades!


